viernes, 15 de julio de 2022

MI PEQUEÑA Y DUL FAROLITA ABIGAIL, TODA UNA SELECCION DE IMAGENES, PARA TI, PARA QUE COMPARTAS.

**LUCIERNAGA TE DESEA UNA DULCE NOCHE Y UN BELLO AMANECER, CON LA GRACIA DE DIOS**










MI PEQUEÑA Y 

DULCE FAROLITA

ABIGAIL,

Esta es la historia de un pequeño pueblo,

 que vivía a oscuras porque no existía la luz,

 quienes tenían una carga de dicha tarea 

eran las luciérnagas.

 Ellas, el contenido de las personas en su

 camino, cuando la luna se asomaba,

 cada una de ellas se convirtió en una rutina personal.

Todos eran felices en ese pequeño pueblo, 

menos una luciérnaga,

 que se mostró en la apartada de los demás.




 Ella era Abigail, una pequeña luciérnaga que había tenido problemas en sus alas y en su cola, por mucho tiempo que nunca se puede lograr. Vela como sus hermanas y amigas brillaban en la oscuridad, dejando en el cielo un bello destello de luces. Abigail siempre se preguntaba por qué no se puede brillar, se puede leer y responder.

- Pronto lloverá decir uno, estoy agotado le decía otro. Abigail se siente sola, triste, sin saber, por qué no pudo brillar, su madre Yael, le explicaba que pronto sería posible.

- ¿Cuándo aprenderé a volar? Preguntaba Abigail

- Aún no eres pequeña hija, no te preocupes pronto brillarás. - contestaba su madre

- Pero todos tienen una persona a quien cuida, y yo aún no encuentro a nadie, ¿es por qué no logro brillar? Comentaba triste.



- Claro que no, cariño, no es por eso, no pienses así, te prometo que pronto vendremos a pedirte que te cuides, y en ese momento, deberás ser una luciérnaga responsable y brillar siempre y mostrarle el camino hacia su casa. - La tranquilizó a Yael.

Abigail tras hablar con su madre salió a recorrer el pueblo, para así intentar brillar, volaba a ciegas y que no haya visto nada, solo la luz de la luna. En un momento, se detiene detrás de un árbol, luego de un grito de auxilio.

- ¡Socorro! ¡Socorro! Le temo a la oscuridad, quiero salir de aquí- gritaba alguien.

Abigail tras escuchar los gritos incesantes en el suelo, y hay un pequeño niño tendido en el suelo. Se había doblado la pierna y por esa razón no logró pararse.



- Debes brillar y traer a los demás.

- No se brillar- le contestaba asustada Abigail.

- Claro que puedes brillar, eres una luciérnaga- dijiste el niño.

- Aún no aprendí a hacerlo- repite Abigail.

Pasados ​​unos minutos el niño intenta tranquilizarla y hablarle amablemente.

- Mi nombre es Benjamín, vivo unas cuantas cuadras de aquí, busco un balón que me ha caído, y que no tengas un sentido más que un trámite de una rama de un árbol.

Intento de no intentarlo pero no logro brillar. Las horas pasan y el niño aún se quejaba. Hasta que de pronto se escuchen unos ruidos detrás de unos arbustos.

- ¿Qué es ese ruido? Preguntaba Benjamín.

- Es el viento- contesto Abigail.

Sin embargo, cada vez se hacían más fuertes, hasta que de pronto saldría un lobo, con sus colmillos afilados, saboreándose en un niño tendido en el suelo. Tras la desesperación, con todas sus fuerzas para brillar, y esta vez lo que se dice, ¡estaba brillando!, se acerca al niño y le dijo




 No te preocupes, no dejarás que te haga daño. Mantenemos a Abigail.

El niño lloraba y le pedía que no lo dejara, Abigail se aproximó al lobo y gritó

- ¡No te atrevas a lastimarlo!

El lobo la miro y comenzo a reirse

- ¿Qué vas a hacer? - Contestó irónico el lobo- Ni siquiera puedes brillar para ayudar a nadie por eso nunca te llaman.

- No me subestimes, sé que puedo hacerlo, soy más valiente que lo que te imaginas - repuso la luciérnaga.

El niño que no tiene miedo, el niño la llama y el que tiene el miedo, la cerradura de los ojos, el deber de salvación. Un cambio en el mismo, una vida propia, un momento, un pequeño cuerpo, una luz poderosa, una luz, una luz, una luz, una luz, una luz, una luz de todos los rincones del pueblo, la luna al. ver semejante situación iluminó aún más el camino para que los hombres, al darse cuenta de que algo sucedió apresuraron su marcha.

El lobo, el verso acorralado, huyó rápidamente entre los árboles, Benjamín entre gritos y llanto gritaba

-¡No te mueras Abigail! -

Sin embargo, Benjamín comentó: “Me salvó la vida, no quiero que muera”. Abigail estaba muy débil y sin fuerzas, su corazón estaba hinchado de emoción por encontrar tanto amor en ese niño.

En ese momento, la luna que había sido testigo de todo lo que sucedió bajo el cielo y le regaló un poco de su abundante luz, ante la mirada de todo un pueblo, Abigail brilló más que nunca ya está disponible ese instante como la elegida de Benjamín para que iluminen su camino y fuera su amiga.



En el pueblo, ella es la luciérnaga más hermosa y más aclamada por todos, su historia y valentía es contada por todas las luciérnagas y por todos los habitantes de ese pueblo como uno de los ejemplos más heroicos ocurridos.






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