A MI LUCIERNAGA
DE MEDIANOCHE.
Querida luz de mí camino; sos tan tierna y pequeñuela
que en el horizonte te me desapareces,
Mientras que te busco a tientas, ansioso de tocarte y admirar la
belleza que aún no florece.
Siento el deseo de mi pasión que desborda, cual corcel en Febrero,
Cuando al fin alcanzo tus manos y toco tu pelo; tu hermoso risueño.
Me miras, como si tus ojos buscaran ver más allá de la hora
Y mis labios, se pierden en la lejanía de tu boca.
Adoro, Luciérnaga mía; cuando suspiras despacio, en mi oído,
Cual aguda gota de agua musical,
Entonces, mis temblorosas manos bajan a tus campos Elíseos,
Y suben aún más; al Olimpo de mis deseos,
A esos dos Montes vírgenes, que aún no han sido conquistados
Y que yo presuroso, cual explorador intrépido, intento colonizarlos.
Mas una cosa, debo decirte Luciérnaga mía;
Sos tan bella como el más azul de los zafiros,
Pero tan prohibida como el mismo destino.
En cuanto nos fundimos en alabanzas y pasiones,
Debo estar atento, vigilando sobre tu espalda,
Pues nadie debe conocer el secreto, ni el amor que se resguarda,
Tras aquella vieja puerta que la oscuridad tapa.
Pero… que es lo prohibido en la pasión?
Aunque tengamos la misma sangre del rio tinto,
Veras correr por mis venas solo pasión y deseo,
Coges mi mano, y luego desaparezco.
A un mejor lugar voy, incluso que mis sueños.
Donde la pasión nuevamente se desborda;
Y mis labios, se confunden con los tuyos.
A ese lugar secreto que vos y yo conocemos
Y que el sol siempre tapa, con su imponente reflejo.
William E Amador (Enero 2016)