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sábado, 28 de marzo de 2020

POEMA Luciérnagas



POEMA


Luciérnagas



























Era noche cerrada
 y la 
oscuridad lo 
llenaba 
todo haciéndome 
imposible ver más
 allá de mis pies.
 Tenía miedo y me
 hallaba perdido en
 un lugar que 
desconocía,
 en un lugar que no 
lograba
 vislumbrar.
 A tientas 
buscaba un atisbo
 de luz,
 tal vez una figura
 a la que 
agarrarse y tomarla 
de guía, 
pero allí solo
 estábamos la
 oscuridad y yo.

Escuchaba el crujir de las ramas a mi alrededor y podía intuir unas voces lejanas, que debieran ser gritos pese a sentirlos yo en susurros. El pecho sufría de nuevo esa presión que me acompañaba tanto últimamente y me supe rendido. Aquella oscuridad era tal vez demasiado para mí, quizá había llegado al final de esta carrera.

Entonces lo vi. A lo lejos vislumbré una ínfima suspendida en el aire luz que desprendía un tenue brillo, un brillo tan escaso como especial. Tenía otra oportunidad y residía en alcanzar esa luz.
Me acerqué preso de la angustia y la incertidumbre, hasta que logré distinguir la pequeña y volátil forma de una luciérnaga, que desprendía más luz conforme me acercaba a ella. Ella, despistada y juguetona, comenzó a volar a mi alrededor, haciendo penetrar su luz por todos los rincones del bosque. Quise hacerle entender que yo no podía pararme a jugar, que necesitaba seguir el camino y que solo podría seguirlo con su ayuda, pero ella simuló no entenderme y continuó su juego.
Tal vez no estaba dispuesta a caminar el sendero pero finalmente decidió ser mi guía, bien por el mero hecho de ayudar, bien por qué se sintió atraída por la tristeza que respiraban mis ojos. Así el camino que creí impracticable demostró llegar a ser la mejor vía para llegar al destino.

Ella fue la luciérnaga y su sonrisa la luz que me guió cuando la oscuridad arreciaba. Desconozco si el mundo está lleno de luciérnagas, pero sé bien la suerte que tuve en encontrar una.
Por: Jimmy García Ferrer (Escritor de Letras & Poesía)













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