Evangelio del día, VIERNES 16 DE OCTUBRE, 2020,Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 1-7
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios nos ha destinado a gozar de su herencia
San Pablo nos habla de la herencia que nos espera a los seguidores de Jesús. Algunas personas humanas tienen una familia muy rica, rica en dinero y posesiones, y eso es lo que van a heredar. Los seguidores de Jesús vamos a heredar, ni más ni menos, la herencia que Dios, que es nuestro Padre, no ofrece. “Somos herederos de Dios y coherederos de Cristo”.
Bien sabemos que lo que Dios nos regala como herencia suya es mucho más sublime que todos los tesoros de bienes materiales de la tierra. Nos ofrece ser nuestro Padre, ser hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos de todos los hombres. Nos regala su misma vida divina. Por nuestras venas corre sangre humana y sangre divina. Ya en este tramo terreno tenemos a Dios como Padre, que, como todo buen Padre, nos bendice con su amor. Podemos caminar por esta vida sabiendo que Dios, el Omnipotente, el Altísimo, el Creador del cielo y la tierra es nuestro Padre, que nos quiere y cuida de nosotros como solo Él sabe hacerlo. Y para que nos lo creamos nos regala su propio Espíritu, “que atestigua a nuestro espíritu que somos hijos” y que es “prenda, un anticipo, de nuestra herencia”.
Con él podemos hablar y contarle todas nuestras peripecias vitales, sabiendo que nos escucha y atiende nuestros ruegos. Por si fuera poco, dentro de su herencia está también regalarnos ya en esta vida a Jesús, su Hijo, como nuestro hermano y amigo, para ser compañero inseparable de nuestro caminar terreno… antes de hacernos resucitar, después de nuestra muerte, a una vida de total felicidad. Hemos heredado algo sublime: la herencia de Dios, nuestro Padre. Podemos exclamar con el salmo: “Alegraos, justos, y gozad con el Señor”.
No tengáis miedo
En este evangelio, Jesús nos invita a no tener miedo en nuestro caminar por la vida. Es verdad que en tiempo de Jesús y también en el nuestro había y hay personas que matan a otras personas. Ante esta situación Jesús nos anima: “A vosotros os digo, amigos míos, no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más… temed al que tiene poder para matar y después echar en el fugo”.
Pero con las palabras que siguen nos anima a que no tengamos ningún miedo, por la sencilla razón de que el que puede mandarnos al fuego… es Dios, que es nuestro Padre, el que nos ama entrañablemente, y por eso tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza, el que cuida de los gorriones que tienen un pequeño valor de dos cuartos… y mucho más de nosotros. “Por tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones”.
BENDICIONES.
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